Uno de los capítulos más enternecedores y elocuentes de la fragilidad vital de los creadores es aquel en el que comparten con el mundo la revelación de que su gran hobby -correr, el tenis, el fútbol, el ajedrez, los toros, coleccionar sellos o el que sea- es una metáfora perfecta de nuestro paso por el mundo y el sentido de la condición humana.
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