23 mayo 2014
En metro
Ya la tengo localizada en el interior atestado del vagón, sin poder acercarme. Me apeo en su parada, que no es la mía, y adelantando pasajeros inicio la aproximación. Me sitúo detrás de ella en la cola para tomar la escalera mecánica y, cuando llega mi turno, dejo pasar un escalón entre ambos para admirar su belleza sobre el podio de los dos peldaños. Flexiono una pierna hacia detrás y desanudo la lazada del zapato tirando con disimulo del extremo del cordón. Finjo sorpresa cuando lo encuentro suelto y me apresuro a atarlo, colocando el pie en el escalón libre. Me reclino hacia el zapato, acerco la nariz a su tesoro y aspiro el vapor denso que flota en el umbral. Mientras manipulo lentamente los cordones mantengo la cabeza a medio camino, las fosas nasales alzadas, el rostro irradiado por su calor. Sólo vuelvo a incorporarme cuando la intuición me avisa de que nuestros acompañantes de la escalera empiezan a inquietarse por mi iniciativa. Al desembarcar en el pasillo tengo que ocuparme de ocultar bajo la gabardina el salpicón de semen que aflora y se expande, empapando ostensiblemente los pantalones.
Publicado por
Ned Racine
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