07 mayo 2014

Hablamos de

Ese niño mariquita -que todavía no es homosexual-, que en lugar de hacer las cosas propias de su sexo -dar patadas a un balón, ahogar gatitos en el río- se junta con las niñas a cotillear de muñecas. Ese niño afeminado que no se ha planteado el sexo, pero que si lo hiciera preferiría el trasiego físico con la hembra -no otra cosa busca de forma inconsciente en su aproximación a lo vaginal-. Pero ese niño mariquita, cuando a las chicas les empieza a hervir lo femenino y a él todavía le quedan años para que brote el primer pelo, se radicaliza por no quedar atrás en las nuevas conversaciones sobre Hombres. Y quiere opinar de lo que a ellas les excita y se sugestiona tanto que -sin planteárselo- se dice por aquello excitado. Ese jovencito mariquita -ya arrinconado, perdido para la causa varonil- que descubre que su única vía de escape es afectar la pluma y convertirse en el escandoloso acompañante de sus amigas, ya mujeres, que de verdad disfrutan del sexo denso, cargado de tensión que les propinan los hombres. Mientras el joven, devenido en carne de consumo donde se desfogan hombres que devoran hombres, no sabe si aquello que le arranca lágrimas por su brutalidad también le gusta. Si es lo que quiere, si es lo que hubiese elegido de no haber mediado la tremenda amenaza, la peor de todas, de quedarse solo.

Por eso lo hice, amigas.

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