27 junio 2014

Confesiones dolorosas

Siempre he lamentado no ser un eyaculador de larga distancia como esos jóvenes prodigiosos de los vídeos de internet que son capaces de alcanzarse el propio rostro y salpicarse el torso denudo disparando desde abajo. Nada más erótico. Nada más viril. Pura belleza. Poesía.

Yo más bien produzco una aspersión desorganizada de pequeñas constelaciones que no llega a elevarse siquiera en el aire. Emanaciones de baja intensidad que a penas se desbordan y caen resbalando por los dedos. Me duele admitir que no compongo un espectáculo eyaculando.

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