Siempre he lamentado no ser un eyaculador de larga distancia como esos jóvenes prodigiosos de los vídeos de internet que son capaces de alcanzarse el propio rostro y salpicarse el torso denudo disparando desde abajo. Nada más erótico. Nada más viril. Pura belleza. Poesía.
Yo más bien produzco una aspersión desorganizada de pequeñas constelaciones que no llega a elevarse siquiera en el aire. Emanaciones de baja intensidad que a penas se desbordan y caen resbalando por los dedos. Me duele admitir que no compongo un espectáculo eyaculando.
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