16 septiembre 2014

Vestigios de civilizaciones pasadas

Perdí la virginidad con la televisión puesta, lo que es suficiente para definir a un hombre. El programa no lo recuerdo, pero su sonido de fondo acompañó aquel acto imperfecto sobre el sofá, nuestros cuerpos desnudos bañados por la luz catódica del tubo. Fue el último brillo en mi vida, desde entonces instalada en el centro geométrico de la mediocridad. Aquel aparato me lo dió todo, pero sólo una vez. Hoy camino desposeído, deshumanizado, de sofá en sofá, sin hallar otra cosa que ruinas. Abúlicos propósitos, pujantes despropósitos. Y la televisión siempre de fondo.

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