Defecar cuerpos extraños, casi esféricos, que emergen tras el torbellino que se pierde por el sumidero y quedan flotando cuando la tranquilidad regresa al fondo del inodoro. Cuerpos orgánicos y oscuros con estribaciones doradas que, con total seguridad, nunca has ingerido.
Y esto, después de cada deposición desde hace meses. A veces, incluso, son gemelos.
Tener que explicarle esto al médico a través de la novia con la que llevas saliendo apenas semanas y que es tu única traductora posible al condenado idioma de este país.
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