Mi concurso en el mundo del blog es el más genuino que se pueda dar. Igual que aquellos pioneros que lo establecieron para permitir el acceso público y amplio a sus comunicaciones privadas, mi desembarco en este mundo lo propiciaron los ánimos de mis amigos. Hoy he descubierto cuál eran sus verdaderas intenciones, pero aquel día me convencieron.
Yo enviaba a diario comunicados a través del correo electrónico con ideas o apuntes de mi vida, igual que mucho de lo que puede leerse aquí: Experiencias, pensamientos o teorías. Supongo que, cansados de que les saturarse el archivo de sus cuentas, me encaminaron al mundo del blog. Argumentaban que era un acto de puro egoismo mantener oculto semejante torrente de genio y que aquello había que compartirlo con el mundo, algo con lo que yo estaba completamente de acuerdo. Así que decidí sustituir mis restringidas comunicaciones por entradas accesibles a cualquiera, en un blog que estaba llamado a encumbrarme.
Después de más de diez años y tras doce blogs fracasados, hoy sé que todo aquello era mentira. Nunca han llegado a acumularse más de cuatro visitas en ninguna de las miles de entradas que he escrito durante todo este tiempo. La gran mayoría de las veces su número es simplemente cero, lo que prueba que ni siquiera mis amigos se toman la molestia de leerlas. Es decir, que idearon un medio para quitarse de encima a aquella persona molesta y narcisista, empeñada en ganar su atención y alabanzas, y a la vez demostrarle su verdadera valía como ideólogo y escritor. He aprendido la lección y nunca les he mencionado su deserción como lectores ni mi absoluto fracaso como comunicador. Todos los sabemos pero no hablamos de ello.
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