08 agosto 2014

El hijo

— Entonces no te importa que pasemos.
— En absoluto. No hay ningún problema, tenéis la llave; así que, si os hace falta, ya sabéis...
— Te lo agradezco, Víctor.
— Lo único que te pido es que no des a luz justo aquí.
— En tu casa no pensaba dar a luz, por si te tranquiliza. Iremos al hospital unas horas antes.
— Ya sabes que el apartamento es pequeño y no podría quitar luego el olor.
— Joder, Víctor...
— Y todo el suelo perdido de líquido.
— ¿Líquido?...¡Qué desagradable!
— El líquido de la vida.
— Por favor...
— Y la pared salpicada de zumo. Dulce plasma. La placenta colgando de la lámpara, goteando, con el cordón umbilical columpiándose y trozos de carroña pudriéndose por las esquinas.
— ...
— ¿Sigues ahí?
— ...
— Tenéis la llave. Mi casa es vuestra casa.

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