¿Por qué lo sigo haciendo? Porque me gusta mirarme. Porque comparativamente no me veo tan mal. Porque a veces, muy pocas veces, se encuentra algo de valor. Porque me hacen compañía. Porque alguien me reclama, me quiere, me usa. Porque excitar es una competencia que nunca había ejercitado. Porque la cámara engaña. Porque me alagan. Porque me gustan las pequeñas victorias. Porque no quiero perder la esperanza. Porque la perdí hace mucho.
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