— Por supuesto. Cuenta, cuenta.
— ¿Eres chico o chica?
— Chico.
— Chico.
— ¿Cuál es tu fantasía sexual?
— Me encantaría que me mearan encima. En la boca.
— ¡Qué asco, tío! Paso.
— Jajajaja. Joder, qué fino. Pues no sé, espera a ver otra fantasía de princesita... Cuéntame tu fantasía cursi, a ver, señorita repipi. ¿Qué es lo que te gusta a ti? ¿Ponerte braguitas de encaje?
— Jajajajaja.
— ¿Ser la putita de tus amigos del gym? Cuenta, cuenta...
— Seguro que también te gustaría que te cagasen en la boca.
— Cagar no, tío. Mear. Y sólo si es una mujer. Quiero el zumo de su chocho en mi boca.
— Joder...
— Claro... Venga, cuéntame tu fantasía, lo mismo me mola y me la apunto. ¿O es una cosa sadomaso con hombres musculosos? Seguro que es eso... Pues es que yo tengo otras fantasías, pero son todavía más pervertidas que la de mear, así que no te las cuento. No estás preparado. Son muy depravadas... ¡Pero deja de masturbarte y cuenta algo, tío! Te ha puesto palote lo de mear en la boca, ¿eh, pillín?
— Paso de ti, tío. Vete a buscar a otro para dar el coñazo.
— ¡Uy, la señorita Pepis se enfada! Sólo quiere fantasías limpitas de niña del opus dei. El mundo es un sitio chachi y sólo hay gente buena, ponis y florecitas.
— Jajajaja. Estás fatal de la cabeza, tío.
— Pero seguro que luego sueñas con machos peludos que te petan bien fuerte. Os conozco yo bien a las niñas pera: Sois todo mofletes rojos y coletitas pero os gusta un buen rabaco con sus venas y su punta brillante. Esa lechecita calentita resbalando por el labio y sorberlo todo para dentro.
— No te digo que no.
— ¡No jodas! ¿Te ponen los pollones? ¡Cuenta, cuenta!
— Jajajajaja. Paso, tío.
— Anda, que se te ha puesto dura, amigo. Se te está revolviendo la colita ahí, dentro de esos calzoncillos de marca que gastas, de niño bien, limpitos y planchados pero que terminan el día llenos de salpiconazos. De lefa seca, tío. Por esas fantasías tan cerdas tuyas que no te atreves a reconocer. No te cortes, cuéntalas. No pasa nada, aquí nadie va a decir nada... Cuéntanos cómo te gustaba mirarle la cola a los amiguitos en los vestuarios de la escuela. Cómo te fijabas en esos rabos peludos y los huevos gordos y te tocabas un poco cuando nadie te miraba. Aaaah, tus compañeros que se duchaban después de la clase de gimnasia. Esos cuerpos juveniles llenos de sexo, y tú excitado... Cabroncete, reconócelo, no te reprimas. Esas erecciones involuntarias y las pajas que luego te hacías por las noches en tu habitación. Y cómo ibas luego corriendo a confesarte: Padre, he pecado, he pensado en cosas sucias. Soy una niña mala. Y el cura diciendo: Ven aquí, hijo, siéntate en mis rodillas.
— Joder, tío, tú te aburres mazo, ¡eh!
— ¿Te acuerdas? Su mano en tus muslos...
— Seguro que son todos tus traumas, tío.
— Son tus fantasías, colega, pero no te atreves a reconocerlo. A mí me parece más sano que una hembra me mee en la boca, pero lo tuyo es muy retorcido, una cosa de mente enferma. Porque luego en el gimnasio recuperaste la afición a mirarle la polla a la gente y ahí ya sí que había pollones. Eso eran hombres de verdad. ¡Menudos cipotes, colega! Reconoce que se te está poniendo morcillona de acordarte. Te gusta mirar a los hombres en la ducha, ¿eh?, pillín. Pero ten cuidado de no empalmarte delante de ellos, porque los hay que se enfadan. Parece que hay gente a la que le molesta. A mí me da igual, tío, cada uno que se divierta con lo que quiera. A mí que me mee una mujer pero a ti, si quieres, que te cague un hombre. ¿Te gustaría? No en la boca, que eso es asqueroso, lo reconozco, pero que te cague por el cuerpo. Mmmmm. Todo calentito... Eso te gusta, niño malo. ¿Te hacía eso el cura cuando ibas a confesarte? ¿Te tumbaba en la mesa y te levantaba tu camiseta de bordados y luego se ponía encima, mientras del interior oscuro de la sotana bajaba una cagada blandita? Y a ti eso no te gustaba... Tú querias ser bueno y por eso te confesabas, por las pajas que te hacías pensando en tus compañeros del colegio... Y el cura cagándote en la tripa y respirando muy fuerte, muy excitado. Viejo verde... ¡Ah, qué fantasías tienes, macho! Te recomiendo ir al psicólogo, porque yo creo que tienes un problema gordo ahí. Te lo digo como amigo... Oye, ¿te has enfadado? ¡No jodas! El niño se ha enfurruñado porque he descubierto su fantasía. Ale, ya no me ajunta. Pues nada, para ti la piruleta, macho. Desde luego, como sois los pijos... Con tu ropa de marca y tu colonia de aviador putero. Pues nada, que te vaya bien con las pijinas abrasadas de rayos uva del Icade. Espero que seais muy felices con el puto jersey atado al cuello en vuestro yate y esnifando coca de la buena por la nariz depilada. ¡Pijo, que eres un pijo!
— Me encantaría que me mearan encima. En la boca.
— ¡Qué asco, tío! Paso.
— Jajajaja. Joder, qué fino. Pues no sé, espera a ver otra fantasía de princesita... Cuéntame tu fantasía cursi, a ver, señorita repipi. ¿Qué es lo que te gusta a ti? ¿Ponerte braguitas de encaje?
— Jajajajaja.
— ¿Ser la putita de tus amigos del gym? Cuenta, cuenta...
— Seguro que también te gustaría que te cagasen en la boca.
— Cagar no, tío. Mear. Y sólo si es una mujer. Quiero el zumo de su chocho en mi boca.
— Joder...
— Claro... Venga, cuéntame tu fantasía, lo mismo me mola y me la apunto. ¿O es una cosa sadomaso con hombres musculosos? Seguro que es eso... Pues es que yo tengo otras fantasías, pero son todavía más pervertidas que la de mear, así que no te las cuento. No estás preparado. Son muy depravadas... ¡Pero deja de masturbarte y cuenta algo, tío! Te ha puesto palote lo de mear en la boca, ¿eh, pillín?
— Paso de ti, tío. Vete a buscar a otro para dar el coñazo.
— ¡Uy, la señorita Pepis se enfada! Sólo quiere fantasías limpitas de niña del opus dei. El mundo es un sitio chachi y sólo hay gente buena, ponis y florecitas.
— Jajajaja. Estás fatal de la cabeza, tío.
— Pero seguro que luego sueñas con machos peludos que te petan bien fuerte. Os conozco yo bien a las niñas pera: Sois todo mofletes rojos y coletitas pero os gusta un buen rabaco con sus venas y su punta brillante. Esa lechecita calentita resbalando por el labio y sorberlo todo para dentro.
— No te digo que no.
— ¡No jodas! ¿Te ponen los pollones? ¡Cuenta, cuenta!
— Jajajajaja. Paso, tío.
— Anda, que se te ha puesto dura, amigo. Se te está revolviendo la colita ahí, dentro de esos calzoncillos de marca que gastas, de niño bien, limpitos y planchados pero que terminan el día llenos de salpiconazos. De lefa seca, tío. Por esas fantasías tan cerdas tuyas que no te atreves a reconocer. No te cortes, cuéntalas. No pasa nada, aquí nadie va a decir nada... Cuéntanos cómo te gustaba mirarle la cola a los amiguitos en los vestuarios de la escuela. Cómo te fijabas en esos rabos peludos y los huevos gordos y te tocabas un poco cuando nadie te miraba. Aaaah, tus compañeros que se duchaban después de la clase de gimnasia. Esos cuerpos juveniles llenos de sexo, y tú excitado... Cabroncete, reconócelo, no te reprimas. Esas erecciones involuntarias y las pajas que luego te hacías por las noches en tu habitación. Y cómo ibas luego corriendo a confesarte: Padre, he pecado, he pensado en cosas sucias. Soy una niña mala. Y el cura diciendo: Ven aquí, hijo, siéntate en mis rodillas.
— Joder, tío, tú te aburres mazo, ¡eh!
— ¿Te acuerdas? Su mano en tus muslos...
— Seguro que son todos tus traumas, tío.
— Son tus fantasías, colega, pero no te atreves a reconocerlo. A mí me parece más sano que una hembra me mee en la boca, pero lo tuyo es muy retorcido, una cosa de mente enferma. Porque luego en el gimnasio recuperaste la afición a mirarle la polla a la gente y ahí ya sí que había pollones. Eso eran hombres de verdad. ¡Menudos cipotes, colega! Reconoce que se te está poniendo morcillona de acordarte. Te gusta mirar a los hombres en la ducha, ¿eh?, pillín. Pero ten cuidado de no empalmarte delante de ellos, porque los hay que se enfadan. Parece que hay gente a la que le molesta. A mí me da igual, tío, cada uno que se divierta con lo que quiera. A mí que me mee una mujer pero a ti, si quieres, que te cague un hombre. ¿Te gustaría? No en la boca, que eso es asqueroso, lo reconozco, pero que te cague por el cuerpo. Mmmmm. Todo calentito... Eso te gusta, niño malo. ¿Te hacía eso el cura cuando ibas a confesarte? ¿Te tumbaba en la mesa y te levantaba tu camiseta de bordados y luego se ponía encima, mientras del interior oscuro de la sotana bajaba una cagada blandita? Y a ti eso no te gustaba... Tú querias ser bueno y por eso te confesabas, por las pajas que te hacías pensando en tus compañeros del colegio... Y el cura cagándote en la tripa y respirando muy fuerte, muy excitado. Viejo verde... ¡Ah, qué fantasías tienes, macho! Te recomiendo ir al psicólogo, porque yo creo que tienes un problema gordo ahí. Te lo digo como amigo... Oye, ¿te has enfadado? ¡No jodas! El niño se ha enfurruñado porque he descubierto su fantasía. Ale, ya no me ajunta. Pues nada, para ti la piruleta, macho. Desde luego, como sois los pijos... Con tu ropa de marca y tu colonia de aviador putero. Pues nada, que te vaya bien con las pijinas abrasadas de rayos uva del Icade. Espero que seais muy felices con el puto jersey atado al cuello en vuestro yate y esnifando coca de la buena por la nariz depilada. ¡Pijo, que eres un pijo!
— Jajajajaja. Desde luego.... has tenido que tener algún tipo de trauma o algo, porque no sabes lo aburrido que eres....
— Sí, muy aburrido, pero tú sigues ahí dandole a la zambomba. Que hace años que no se te ponía tan dura, colega. Reconócelo. Los 13cm de tu pichita toda tiesa. Venga, no te cortes, a mí me da igual que te masturbes mientras hablo. Dale gusto al cuerpo, que demasiado reprimido estás para disfrutarlo. Lo que me gustaría es que me contases en qué piensas cuando te masturbas: ¿En unicornios y arcoiris? Es que nunca he conocido a un pijo... Cuenta, cuenta.
— Sí, muy aburrido, pero tú sigues ahí dandole a la zambomba. Que hace años que no se te ponía tan dura, colega. Reconócelo. Los 13cm de tu pichita toda tiesa. Venga, no te cortes, a mí me da igual que te masturbes mientras hablo. Dale gusto al cuerpo, que demasiado reprimido estás para disfrutarlo. Lo que me gustaría es que me contases en qué piensas cuando te masturbas: ¿En unicornios y arcoiris? Es que nunca he conocido a un pijo... Cuenta, cuenta.
— En una mierda en tu boca.
— Seguro que os pajeais con cosas super chachis de la muerte, nubes algodonosas llenas de piruletas, florecillas y pajaritos, ¿es así? ¿Eso es lo que le confesabas al cura? O en realidad son fantasias de hombres depilados en las saunas del barrio gay de la ciudad, hombres sudorosos con pantalones de cuero y musculos tremendos... Mmmm, te gusta, amigo. Te va a estallar la picha. Ten cuidado de apuntar fuera de la cama que si no mamá te va a regañar mañana y va a tener que volver a lavar las sábanas bordadas. Porque no queremos manchas de semen en la camita del nene, ¿verdad? Que luego viene la tía de visita y qué va a decir... O el perrito de mamá, ese chucho tan mono, que se sube a la cama para olfatear tu lechecita, tío, y qué va a ser eso... El perrito de mamá lamiendo la corrida que el primogenito de la casa ha dejado sobre la sábana heredada de la abuela, ¡por favor, qué incorrección! ¡No en la familia del marqués! A ver si se van a enterar los vecinos y ya no van a jugar más al golf con papá. A ver con quién se va a fumar sus puros papá si no juega con esos señores tan importantes... Así que no te corras en las sábanas, tronco, hazlo en las cortinas. Pero por dentro, para que no lo vea mamá. Y luego le echas la culpa a la chacha, como hacéis siempre, putos pijos de mierda. Que sois unos hipócritas. Todo el día metiéndote coca por la nariz y luego la culpa de todo la tiene la ecuatoriana que limpia en tu casa, ¿no? Hijos de puta, que sois todos unos hijos de puta. Y tu hermana, la reina de clase, ¿qué va a decir? ¿Que su hermano se limpia el prepucio en las sábanas de la abuela? No tenéis sentido común los pijos, ¡qué asco! El mundo está mal hecho, joder... Los pescaderos, los carniceros, hasta las prostitutas madrugando para trabajar... Sí, trabajar, cagón, ¿sabes lo que es trabajar? Los carniceros cargando carne, ovejas congeladas, tío. Cadáveres de ovejas, joder, los pobres. Unos putos gordos que no tienen vida, sólo ir a los toros y pegar a la mujer, eso es lo único que les da alegría al cuerpo y luego cargando cadáveres de vaca todas las mañanas a las 5 de la madrugada, mientras tú duermes entre sábanas de seda, tío. No es justo. Eso si ya has llegado de fiesta, de meterte todo el polvo blanco que te paga papá con lo que roba. Lo que roba a gente como el carnicero. El de las vacas congeladas, macho. Y al pescadero, otro pobre hombre que va todo el día apestando a pescado... Pero no como las mujeres, que esas también, pero ellas apestan bien, que te ponen muy cachondo y te tienes que masturbar delante suyo en el autobús aunque luego monten el número y te llamen pervertido. Van provocando, las putas, con ese olor a chocho. Pues los pescaderos no, tío, con esos no te masturbas aunque huelan a pescado. Bueno, lo mismo tú sí te masturbas y luego se lo cuentas al cura mientras te defeca sobre el vientre, pero yo no me masturbo. Yo tengo un respeto por la gente, chaval...Qué te has creído, pijo. Pues los pescaderos también están puteados por gente como el gordo de tu padre, que nos roba a todos para que tu hermanita se compre bragas en Beverly Hills. Que digo yo, ¿qué falta hace? ¿No las puede comprar en el Alcampo, como todo el mundo? Pues no, la niñita pija de papá se tiene que ir a Beverly Hills a por tangas de moda. Joder, qué asco. Y toda la coca, y las bragas de marca, y las sábanas de seda... Y al final toda la culpa es de la chacha, ya lo sé yo. Tú restregando tu pichita contra las cortinas y la culpa es de la chacha y del carnicero que carga cadaveres congelados por la mañana y pega a su mujer por la noche mientras tú te metes tus tiritos... Así es el mundo.
— Seguro que os pajeais con cosas super chachis de la muerte, nubes algodonosas llenas de piruletas, florecillas y pajaritos, ¿es así? ¿Eso es lo que le confesabas al cura? O en realidad son fantasias de hombres depilados en las saunas del barrio gay de la ciudad, hombres sudorosos con pantalones de cuero y musculos tremendos... Mmmm, te gusta, amigo. Te va a estallar la picha. Ten cuidado de apuntar fuera de la cama que si no mamá te va a regañar mañana y va a tener que volver a lavar las sábanas bordadas. Porque no queremos manchas de semen en la camita del nene, ¿verdad? Que luego viene la tía de visita y qué va a decir... O el perrito de mamá, ese chucho tan mono, que se sube a la cama para olfatear tu lechecita, tío, y qué va a ser eso... El perrito de mamá lamiendo la corrida que el primogenito de la casa ha dejado sobre la sábana heredada de la abuela, ¡por favor, qué incorrección! ¡No en la familia del marqués! A ver si se van a enterar los vecinos y ya no van a jugar más al golf con papá. A ver con quién se va a fumar sus puros papá si no juega con esos señores tan importantes... Así que no te corras en las sábanas, tronco, hazlo en las cortinas. Pero por dentro, para que no lo vea mamá. Y luego le echas la culpa a la chacha, como hacéis siempre, putos pijos de mierda. Que sois unos hipócritas. Todo el día metiéndote coca por la nariz y luego la culpa de todo la tiene la ecuatoriana que limpia en tu casa, ¿no? Hijos de puta, que sois todos unos hijos de puta. Y tu hermana, la reina de clase, ¿qué va a decir? ¿Que su hermano se limpia el prepucio en las sábanas de la abuela? No tenéis sentido común los pijos, ¡qué asco! El mundo está mal hecho, joder... Los pescaderos, los carniceros, hasta las prostitutas madrugando para trabajar... Sí, trabajar, cagón, ¿sabes lo que es trabajar? Los carniceros cargando carne, ovejas congeladas, tío. Cadáveres de ovejas, joder, los pobres. Unos putos gordos que no tienen vida, sólo ir a los toros y pegar a la mujer, eso es lo único que les da alegría al cuerpo y luego cargando cadáveres de vaca todas las mañanas a las 5 de la madrugada, mientras tú duermes entre sábanas de seda, tío. No es justo. Eso si ya has llegado de fiesta, de meterte todo el polvo blanco que te paga papá con lo que roba. Lo que roba a gente como el carnicero. El de las vacas congeladas, macho. Y al pescadero, otro pobre hombre que va todo el día apestando a pescado... Pero no como las mujeres, que esas también, pero ellas apestan bien, que te ponen muy cachondo y te tienes que masturbar delante suyo en el autobús aunque luego monten el número y te llamen pervertido. Van provocando, las putas, con ese olor a chocho. Pues los pescaderos no, tío, con esos no te masturbas aunque huelan a pescado. Bueno, lo mismo tú sí te masturbas y luego se lo cuentas al cura mientras te defeca sobre el vientre, pero yo no me masturbo. Yo tengo un respeto por la gente, chaval...Qué te has creído, pijo. Pues los pescaderos también están puteados por gente como el gordo de tu padre, que nos roba a todos para que tu hermanita se compre bragas en Beverly Hills. Que digo yo, ¿qué falta hace? ¿No las puede comprar en el Alcampo, como todo el mundo? Pues no, la niñita pija de papá se tiene que ir a Beverly Hills a por tangas de moda. Joder, qué asco. Y toda la coca, y las bragas de marca, y las sábanas de seda... Y al final toda la culpa es de la chacha, ya lo sé yo. Tú restregando tu pichita contra las cortinas y la culpa es de la chacha y del carnicero que carga cadaveres congelados por la mañana y pega a su mujer por la noche mientras tú te metes tus tiritos... Así es el mundo.
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